Edublog Mas amor y tolerancia
La educación siempre será la llave de la sabiduría y en educación especial es la llave a la inclusión con amor
domingo, 27 de mayo de 2018
sábado, 26 de mayo de 2018
Tiempo de cambio
La educación especial en este tiempo se convierte en la herramienta mas útil con la cual nos podemos relacionar con todos los estudiantes.
Donde otros ven complicación los educadores de esta disciplina están aprovechando para innovar y convertir el salón de clase en un campo fértil, lleno de amor y creatividad.
domingo, 20 de mayo de 2018
La contribución de la educación escolar a la calidad de vida de las personas con discapacidad. Ante el desafío de su inclusión social
“La vida no vale nada si no es para perecer
porque otros
puedan tener lo que uno desea y ama”
(Pablo Milanés)
1. Introducción Nos gusta este tratado porque es un texto que mira
al futuro; a los valores, los principios, los criterios y las estrategias de
acción - a niveles del macro, el meso y el microsistema -, en los cuales debe
asentarse la aspiración de una vida de calidad para las personas con
discapacidad, poniendo de manifiesto al mismo tiempo los desafíos
multidimensionales y los retos de muy distinta naturaleza que esta aspiración
conlleva. Resaltamos esta perspectiva porque nuestra contribución al mismo está
impregnada de esa filosofía. En efecto, nuestra pretensión es centrarnos en
algunas aportaciones que nos ayuden a reflexionar sobre el papel que la
educación escolar debería tener en el marco de esa aspiración colectiva, así
como ofrecer algunas pautas de acción, también con una perspectiva sistémica,
que faciliten la tarea de llevar nuestros valores a la acción (Booth, 2006) .
Con ello no despreciamos los análisis retrospectivos que nos ayudan a
comprender el lugar en el que nos encontramos a este respecto. Muy al
contrario, los tendremos muy presentes, aunque no nos dediquemos ahora a
revisarlos – tarea que el lector puede hacer en otros textos, por ejemplo Arnaiz,
(2003) -, pues como tantas veces se ha puesto de manifiesto, la historia de la
educación “especial” ( y su opuesto la educación “normal” o viceversa), está
cuajada de ejemplos en los que nuestras ideas y prácticas bien intencionadas
han tenido no sólo una contribución limitada a esa aspiración de avanzar hacia
la igualdad de las personas con discapacidad, sino que incluso han actuado en
detrimento de ella (Skirtic, 1991, 1995; Barton, 1998; Ainscow, 2001). 2
También queremos dedicarle unas líneas en esta introducción a la explicación
del título de nuestro capítulo, porque en él están implícitas algunas de
nuestras concepciones más arraigadas y de nuestras preocupaciones más
acuciantes sobre los contenidos que ahora nos ocupan. En este sentido, a estas alturas,
es casi obvio señalar que el concepto de calidad de vida (Schalock y Verdugo,
2003, Schalock, 2006), es un constructo central en las políticas hacia la
discapacidad pues se trata de un principio globalizador que nos ayuda a
operativizar nuestra visión modificada sobre las personas con discapacidad, al
mismo tiempo que es una noción sensibilizadora que nos proporciona una
referencia y orientación desde el punto de vista del individuo - concentrándose
en factores y dimensiones que contribuyen a una vida de calidad -, y un
catalizador para la mejora de los sistemas y las organizaciones, en la medida
que también puede servir de criterio para planificar y, en su caso, evaluar la
eficacia de las estrategias seguidas en ámbitos como la educación escolar u otros.
A este respecto, no hay que ser un gran experto para darse cuenta del carácter
estratégico que la educación escolar ordinaria debería tener en la preparación
para una vida adulta de calidad, tanto en las propias personas con discapacidad
cuando son “estudiantes” – formándolas, entre otras competencias, para poder
llevar una vida lo más autodeterminada posible, que como sabemos es la
quintaesencia de una vida de calidad (Wehmeyer, 2003)- , como en aquellos
compañeros que cuando lleguen a adultos formando parte de la sociedad serán
desde los proveedores de servicios, hasta los apoyos naturales que muchas
personas con discapacidad precisan, pasando por sus empleadores, o simplemente
sus potenciales amistades. Pero, en último término, si en una sociedad que se
define así misma como del conocimiento (Castells, 1997) la educación escolar es
hoy la principal garantía del derecho de todos a aprender (Darling-Hamond,
2001) y, por lo tanto, la llave más importante para la puerta de entrada a la
inclusión social, entonces para las personas más vulnerables (como lo son buena
parte de las personas con discapacidad), ésta tiene que ser la principal ayuda
que evite que esa puerta se cierre ante ellos. Pues bien, nuestra percepción al
respecto nos hace pensar que, paradójicamente, cuando asistimos a un gran
avance en la formalización y aplicación de este constructo de calidad de vida
en toda su potencialidad (planificar, desarrollar y evaluar programas de
acción), en ámbitos propios de la vida adulta (empleo, servicios sociales,
ocio, etc.) (Véase 3 al respecto los trabajos que vienen recopilando desde hace
más de una década Verdugo y Jordán de Urríes, 2006), creemos que se está
descuidando enormemente la reflexión compartida, pero sobre todo las acciones
para que la educación escolar desempeñe el papel crítico que le corresponde en
la preparación para una mejor calidad de vida de las personas con discapacidad,
lo que a la larga no hará sino conducirnos a un nuevo estancamiento de nuestras
aspiraciones. Dicho todo ello en un momento en el que los primeros trabajos
sobre calidad de vida en el ámbito escolar ya nos están advirtiendo que, en el
caso de los jóvenes con discapacidad, ésta es inferior a la que perciben sus
iguales sin discapacidad ( Gómez-Vela y Verdugo, 2004), cuando sabemos, por
otra parte, que en muchos ámbitos de la vida personal y social todavía persiste
de manera notable la discriminación hacia este colectivo ( Jiménez y Huete
20021 ), y al mismo tiempo que los principales indicadores sociales de buena
parte de la población adulta con discapacidad (nivel educativo, estatus
socioeconómico, tasa de empleo, salud, etc.) están muy lejos de los de sus
iguales sin discapacidad, como se ha visto en otros capítulos de esta obra.
Baste recordar, por si fuera menester, que con motivo del I Congreso Europeo de
Personas con Discapacidad, celebrado en Madrid en marzo de 2002 se puso de
manifiesto que de los 37 millones de personas con discapacidad que hay en
Europa (un 14,5% de la población), el 75% de ellos no pasa de la educación
obligatoria y menos del 10% llega a la universidad. Por otra parte, los índices
de ocupación/paro distan sustancialmente de los del resto de la población:
trabaja solamente el 46% de las personas con algún tipo de discapacidad
moderada y sólo el 24% de aquellos cuya discapacidad se considera severa.
Situación que se agrava cuando, además de tener discapacidad, eres mujer. Como
se recoge en las conclusiones de la Jornada de Trabajo Mujer y Discapacidad
celebrada en Madrid en 2004 “la mujer con discapacidad tiene un doble techo de
cristal para ejercer como ciudadana de pleno derecho, lo que a veces le resulta
inalcanzable por estar sometida a múltiples discriminaciones” (Dirección
General de Servicios Sociales, 2005). Otro dato para pensar. Según datos de la
Confederación Nacional de Sordos de España (CNSE), en nuestro país habría
aproximadamente un millón de personas sordas. De ellas, unas veinte mil
aproximadamente estarían comprendidas entre los 0 y los 16 años de edad. Sólo 1
Según el citado estudio cerca del 37% de las personas con discapacidad han
experimentado dificultades a la 4 entre el 1% y el 3% de las personas sordas
terminan estudios universitarios, cuando esa proporción es del 21% para el
conjunto de la población. Los alumnos sordos terminan su escolarización
obligatoria en Programas de Garantía Social en una proporción 10 veces superior
a la de la población de estudiantes sin discapacidad. Entre el 45% y el 50% de
los niños y jóvenes sordos presentan trastornos psicológicos de distinta gravedad,
cuando ese porcentaje es del 25% para la población general. El 47% de la
población sorda es analfabeta y el 91,9% puede considerarse analfabeto
funcional. El 20% de las personas sordas están desempleadas (el 30% en el caso
de las mujeres). La sensación paradójica que tenemos – reconocimiento de la
importancia de la educación escolar para una vida de calidad y de un claro
estancamiento de las políticas educativas al respecto en muchas Comunidades
Autónomas -, se amplía cuando nos parece entrever que esta situación se debe,
en parte, al hecho de que una vez que se han conseguido en las últimas dos
décadas, tanto en nuestro país como en los de nuestro entorno, avances
significativos en la emblemática esfera de la “integración escolar” , (OECD,
1995; Carrión, 2001; EADSN, 2003, Marchesi, Martín, Echeita, Babío, Galán,
Pérez, 2003; Echeita y Verdugo, 2004; Orcasitas, 2005; López y Carbonell, 2005,
Galofre y Lizán, 2006), una cierta complacencia con lo conseguido pareciera que
está teniendo el efecto de limitar nuestros esfuerzos frente a lo mucho que
queda por conseguir. Pero ciertamente lo anterior puede ser sólo una parte,
seguramente pequeña, de la explicación. Sí estamos convencidos de que una de
las razones más importantes debe buscarse en las dificultad para cambiar las
concepciones (y, en consecuencia, las prácticas que de ellas se derivan), que
buena parte de los implicados (responsables políticos, profesorado,
“especialistas” de distintos ámbitos y es posible también que algunos afectados
con sus familias), siguen manteniendo sobre cómo la educación escolar debe
responder ante el desafío de una educación de calidad para los estudiantes con
discapacidad y, en general, ante la diversidad de alumnos que aprenden. Por esa
razón nuestro trabajo debe empezar por revisar lo fundamental de tales
concepciones, no sin antes compartir también algo de lo que se sabe sobre la
naturaleza misma de éstas, lo más importante de lo hora de integrarse en el
sistema de educación ordinario. 5 cual es, precisamente, su carácter implícito,
en buena medida inconsciente y, por lo tanto, muy resistentes al cambio (Pozo,
2003). Posteriormente pondremos todo nuestro mejor hacer en resaltar las
concepciones y algunas de las prácticas sobre las cuales deberíamos asentar las
políticas educativas que, a nuestro entender, y tanto en los planos del macro,
el meso y el microsistema escolar pueden contribuir en mayor grado al progreso
hacia el horizonte siempre movible de una educación escolar que apoye la
inclusión social de todos los ciudadanos y ciudadanas. Para ello nos será de
especial utilidad la referencia a la Guía para la evaluación y mejora de la
educación inclusiva. Index for Inclusion (Booth y Ainscow, 2002), en tanto que
instrumento para guiar y ordenar, precisamente, el proceso de reflexión sobre
nuestras prácticas y concepciones al respecto.
Tomado de:
https://educacion.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2014/07/Tratado-sobre-discapacidad.pdf
Gerardo Echeita & Cecilia Simón.
Universidad Autónoma de Madrid
En Rafael de Lorenzo y Luis Cayo Pérez Bueno (2007) Tratado sobre Discapacidad. (pp1103-1134) Madrid: Thomson & Aranzadi
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
-
“ La vida no vale nada si no es para perecer porque otros puedan tener lo que uno d...
-
La educación especial en este tiempo se convierte en la herramienta mas útil con la cual nos podemos relacionar con todos los estudiantes....